Algo de nuestra historia



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Contar y cantar


Contar y cantar agrupa canciones y relatos escritos especialmente para acompañarlas. Voces del Mar ha tomado la iniciativa, y ha pedido a varios de nuestros conciudadanos que escriban un minirrelato directamente emparentado con alguna canción de nuestro repertorio. La respuesta ha superado nuestras expectativas. Iremos publicando aquí los relatos, acompañados, en su caso, de los correspondientes enlaces a nuestro canal en youtube que permitan disfrutar de la canción que ha motivado el relato.

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MARZO DEL 96.

(por Carmen Sánchez Celis)

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Aquella tarde, después de muchos años, había ido al bar en donde nos reuníamos algunos compañeros después de las clases en  la facultad. Yo sostenía la manilla de la puerta sin atreverme a entrar. Un chico  apoyado sobre la barra del bar se volvió y me miró.
Sentí que el suelo cedía bajo mis pies, que mis ojos se nublaban dentro de una niebla negra y espesa, que mis piernas se doblaban y me deslizaba hasta el suelo.
Cuando abrí los ojos estaba sentada en una silla y él de rodillas, acariciaba mi rostro.
Yo rompí a llorar como una niña pequeña, escondiendo mi cara contra su pecho. Él me cogió de la barbilla obligándome a mirarle. Estudié cada centímetro de su cara. Seguía siendo el mismo, aunque ya  tenía algunas arrugas y unas pocas canas. En su sien izquierda  vi  una pequeña cicatriz, pasé mis dedos por ella.
-Es el recuerdo de sus caricias-.Me dijo sonriendo.
-¿Qué  te hicieron esos… hijos…?
Puso una mano sobre mi boca ahogando el rosario de improperios que querían salir  de mi garganta.
-Ya no importa el pasado, lo pasado pasado está, ahora nos toca vivir una historia muy diferente.-Me dijo.
Aquella lejana tarde de primavera, mientras corríamos huyendo de ellos, volví la cabeza pensando que él  me seguía. Pero le habían cogido, le habían tirado al suelo y aporreaban su cuerpo con furia .Me  quedé parada, viendo cómo la sangre corría por su rostro, se le metía por su boca, en sus ojos… contemplé, cómo le llevaban a rastras y le metían a empujones en un furgón.
Durante un tiempo le busqué, pero mis indagaciones fueron en balde. Así que pensé que había desaparecido como tantos otros.
Intenté olvidarle, pero no pude.  Todos los días me levantaba con la sensación de que algo se había muerto dentro de mí. Pero al mismo tiempo me negaba a aceptar que nunca volvería a oír su voz gritando las injusticias, que nunca sentiría el calor de su mano tirando de mi mano cuando escapábamos huyendo de la policía.

-Dios…cuanto  te he echado de menos.-Le dije.
Y al instante me arrepentí de mis palabras. ¡Qué sabía yo de su vida!  No sabía si se había casado… o si tendría una novia…había pasado tanto tiempo…
-Perdona-le dije,- no quise… …ha sido por la emoción de verte… por un tiempo creía que…estabas muerto…y…yo…yo...
-Siempre te he recordado, - me dijo- desde que me encerraron ….cuando ya me había hecho a la idea de que nunca me dejarían salir con vida... cuando pensaba  que nunca nos volveríamos a ver...ya ves...tuvo que pasar todo aquello para darme cuenta de que...de que yo también... te quiero.

Enlace a "Te quiero" en youtube

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¡Ay, linda amiga!

(Por Baldomero Maza Aja)


El Palacio, los Reyes, la Corte, la aristocracia, el amor, la vida y la muerte. Todo estaba ensamblado, unido por los amores vivos y rotos, por los sentimientos de los que, quizá, nunca pensaban que todo se acababa. ¿Era el amor de un rey? ¿Era la pasión de lo que se esperaba? ¿Era sentir la ausencia de la amiga? ¡Ay!, exclamación que sale del alma. Linda, palabra hermosa, que significa más que belleza; amiga, ¿solamente amiga? Era amor, era el todo del amado. Acechaba por doquier el sentimiento de la pérdidad del cuerpo lozano y hermoso, el cuerpo que fenece, que muere, de la amada que se lleva la hermana muerte. Y cuando se muere, se palpa, se siente el amor con pena, con nostalgia de lo que se tiene, de lo más cercano al alma del amado. La pena lleva al dolor, porque el amor hace sufrir, se tambalea todo, la vida, el presente, el futuro y es tan agudo, tan sólido, tan adentrado en el ser que no se soporta la ausencia; la pérdida del ser, que cegado por la amada o el amado, hace que la madre se levante en el alba y llame para encontrar lo perdido en los campos verdes, donde está la tumba, el cuerpo roto, el amor que no vuelve, que se marchó a la eternidad. Fue el amado, la amada, ¿quién? Los sentimientos ocupan ese espacio en el que no se puede decir nada más que: te quiero, te amo. No hay palabras, solo poesía, canción triste y embargada de lamentos, música del alma rota por el desvarío, por el silencio espiritual y religioso de quien espera verse de nuevo. ¿El rey?, ¿la reina?, ¿la amnte? ¿Quién? el amor que todo lo soporta cuando se vive enamorado.
Buscar el amor en la luz, en las notas de la flauta, del coro que vibra al unísono, de las voces que nacen del océano, y que se las oye cantar: Ay, linda amiga... hasta pronto, amiga, hasta el amor definitivo. Adios.

Enlace a "¡Ay, linda amiga!" en youtube

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MICIFUZ

(Por Sara Ruera)


Chispas es el gatito de Rosa Mary. Ella dice que es un gatito adorable. Se lo regalaron el día en que hizo su Primera Comunión.
Cuando Rosa Mary llega del “cole” la recibe  y la persigue zalamero hasta que juntos se acurrucan entre cojines en la esquina del sofá.
El pelo de Chispas es de color caramelo. Es suave y sedoso. Observo a Rosa Mary cuando lo acaricia. El enrosca el cuerpo sinuoso en su regazo, sus orejas se disparan en alerta, sus bigotes se alargan, y sus ojos… sus  ojos verdes, acerados, de mirada profunda, punzante, recelosa, a veces feroz, se clavan en lo míos. Y… yo tiemblo porque,  ¿os cuento un secreto?  ¡¡TENGO MIEDO DE CHISPAS!!
A Rosa Mary le encantan las fábulas. Y hoy le han contado una de gatos, escrita por un tal Samaniego allá por el siglo XVIII. Unos gatos muy revoltosos que al igual que nuestro Chispas hacen destrozos por la casa sin parar.  He aquí la historia :
“Pues sucedió que Micifuz, "saltando en libertad”, se fue en busca de su amigo Zapirón. ¡Y juntos la liaron pero bien liada!
Encerrados en la cocina mientras Antonia charlaba con su vecina, Micifuz y Zapirón, “gatos enhambrecidos” fueron a “probar de los cocidos” y se escaldaron con las ollas del fogón.
Observaron el asador que estaba lejos del fuego y que guardaba un capón, crujiente y bien reluciente.
Un rayo de luz atravesaba el minúsculo ventano e incidía plenamente en las garras de Micifuz que centellearon un instante y se hundieron en las tiernas carnes del capón.
No hubo jamás un trinchador más certero. Pinchó plenamente con tal tino “que en el arte cisorio sin gran pena pudiera dar lecciones a Villena”.
Concluida la función, Micifuz se marcó una idea singular. “Si se podía o no ,en conciencia, comer el asador”.
¡Alto! Le gritó Zapìrón. Es eso un gran delito! El herrero ha cobrado por él muchos dineros y entre todos los utensilios de cocina, el asador es el rey! ¿Estás tú ciego?¡¡Miserable!!
Removida su conciencia por los gritos, Micifuz, en el fondo un timorato, abandonó el proyecto de inmediato… Pero, una vez más y sin reposo, continuó con su amigo Zapirón trepando y saltando en libertad”.
 Mientras Rosa Mary me cuenta la historia, Chispas duerme apaciblemente en su regazo y justamente cuando ella pronuncia "saltando en libertad” se despierta sobresaltado y de un solo brinco se encarama en el vasar y tira el salerito de cristal ¡Ay! Mi  doble salerito de cristal.
Lo que pasó después os lo contamos en nuestro "Capricho”. Música del Padre Prieto y letra de Augurio Salgado.

Enlace a "Capricho"

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La fuente del chino Liu

por Federico Sarmiento

Perdida en las tupidas caucheras, allá en la frontera noroeste entre Tailandia y Myanmar, la pequeña aldea de Song Kalia se apelotona perezosa  y escondida a orillas del caudaloso río Nam Kalia. Sin embargo, sus vecinos, a fuerza de malarias, dengues y otras enfermedades, han comprendido que el agua del río no es apta ni para beber ni para cocinar. Por ello, todas las tardes, después del colegio, vemos a grupos de adolescentes, sobre todo niñas, cargando en cada mano una pesada garrafa de agua que por unos céntimos han ido a comprar al almacén de un chino espabilado que montó en su local de la carretera, a dos o tres kilómetros del pueblo, un alambicado sistema de filtrado y purificación de agua con el que promete la eliminación de residuos, tierra, gérmenes o cualquier microbio.
Esta sería una historia banal, si no fuera porque como ocurría antaño en nuestros pueblos castellanos, este obligado y esforzado viaje a la moderna fuente del chino Liu no fuera también la ocasión propicia para alborotados rubores, cuchicheos de muchachas, exclamaciones al vuelo y sin autor, miradas desafiantes y otras bravuconadas de sus jóvenes admiradores.
En el colegio, Dusit, ciertamente no era uno de esos muchachos de mirada retadora, voz estrangulada y gesto de gallo conquistador.  Silencioso, tímido, incluso cobarde, yo le veía con la mirada perdida, siguiendo embelesado el cadencioso balanceo de las pesadas ramas de los mangos, o robando a escondidas miradas azoradas hacia la joven y vivaracha Salini, cuyas risas estridentes y extemporáneas nos traían de cabeza a todos los profesores, pues su sólo amago bastaba para alborotar la clase y desbaratar nuestras más sesudas explicaciones.
Salini era una de las muchachas que con mayor asiduidad acudía a por agua al almacén del chino Liu.  Nunca le faltaba escolta masculina, pero sabía rodearse de amigas que interrumpían, interpelaban y se reían de los moscardones que la rondaban.  Dusit, por el contrario, no necesitaba acarrear agua. Su hermano, con un par de viajes de su motocarro  mantenía la casa bien abastecida.  No obstante, el muchacho veía en esos paseos al almacén una ocasión de oro para  que Salini se fijara en él y no podía desaprovechar la oportunidad.  Inspirándose en la motocarro de su hermano, trabajó durante días para construir una carretilla capaz de cargar con varias garrafas de agua. Utilizó las ruedas de un desvencijado coche de niño al que acopló una plataforma de madera, laterales de bambú y un largo remo que le servía a la vez de tirador y de timón.  Así pertrechado se acercó un día al almacén del viejo Liu, a por una garrafa de agua, no sin antes asegurarse de que Salini   estaría cerca, charlando o haciendo cola con sus amigas.
Cuando lo vieron llegar  todas lo rodearon  de inmediato. No les cabía la menor duda sobre la intención del muchacho. Sabían que en realidad lo hacía por estar cerca y ayudar a la amiga   por la que en silencio suspiraba, hablar con ella, reírse de sus bromas,  y quizá, con el tiempo conseguir que Salini  se fijara en él, lo eligiera como amigo o al menos le diera esperanzas.
Pero Dusit cometió un error de proporciones. Construyó una carretilla demasiado grande que podía cargar hasta seis o siete garrafas de cinco litros.  Así pues  nunca faltaban amigas que  aprovechándose de la circunstancia, ponían en la carretilla al menos una garrafa junto a la de Salini  lo que las convertía de inmediato en embarazosa e indeseada compañía.
Fue Salini la que muy pronto buscó remedio a este exceso de compañía. Hay que decir que aunque no lo manifestara a las claras, Dusit le gustaba mucho más de lo que estaba dispuesta a reconocer. Ella también quería sentir el cosquilleo de sus palabras entrecortadas y dichas en voz muy baja, sentir sobre ella esas miradas cómplices, atreverse con bromas de doble sentido, que borraba de inmediato con una sonora carcajada. Quería sentirse elegida y calibrar su poder sobre Dusit con reproches por olvidos inexistentes, caprichos consentidos,  o por descuidos inventados.
Salini hizo correr la voz de que aprovechando su obligado paseo al almacén de viejo Liu, también traería agua a las personas que no tuvieran quien les hiciera ese servicio.  Esa pequeña treta además de granjearles la simpatía de las abuelas del poblado, les permitió recorrer el camino a la fuente con tranquilidad y sin otra compañía que su alborozo.
Han pasado tres años, pero creo que  su estratagema ha dado resultado. Los veo de vez en cuando  en Facebook, y las fotos son suficientemente elocuentes para pensar que hacen una buena pareja.
Suances, 10 de Noviembre 2017
Federico Sarmiento

Enlace a "A la Fuente del Olivo"

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